La Guestia también acude a
los moribundos. En este caso, la procesión rodea tres
veces la casa donde agoniza
el desafortunado individuo, con sus cánticos rezos.
Al terminar la tercera
vuelta, el enfermo fallece, y su imagen aparece en el ataúd que
portaban vació cuatro de
los espectros. Entonces la Guestia gime, se apagan las luces
y desaparece, o bien regresa
a la iglesia o cementerio de donde salió. En este ultimo caso,
las puertas se abren solas y
se cierran una vez permitido el paso a los fantasmas; los
perros anuncian el
fallecimiento con sus ladridos y las campanas tañen por sí solas
al difunto. También rondan
los huertos, colocando en su sitio los mojones que
delimitan las fincas y que
en vida muchos de los integrantes de la procesión,
movieron para robar unos
palmos de tierra al vecino ( una de las acciones que les
condenaron a vagar por el
purgatorio).
Al entrar en las fincas
entonan:
"¡Cuando nos éramos vivos
andábamos a estos fijos,
y ahora que somos muertos
andamos por estos huertos!
¡Andar, andar hasta el tueru de la fijar!"
El que se encuentre de noche con la Guestia,
si tiene tiempo para ello, ha de trazar un
cerco en el suelo y meterse dentro de el.
Este circulo, al que podemos llamar asilo,
supone preservación y ha de ser respetado
por la Guestia. Si el desafortunado no obra así, será obligado a acompañar a la procesión,
portando un hueso encendido para siempre. Una costurera de la parroquia de Libardón,
consejo de Colunga, iba todos los días a coser al Eslabayo. Y cuando regresaba al oscurecer,
su amo la acompañaba hasta cierto sitio y desde allí daba la vuelta. Una noche, la
costurera vio que por la hierba y en dirección a ella avanzaban muchas luces.
"Allí viene una procesión- dijo la
costurera-voy a correr para abrirle la portilla y
arrodillarme detrás de
ella mientras pasa"
Según lo pensó lo hizo, pero su asombro
fue grande cuando vio que no conocía a ninguna
de las personas que formaban la procesión,
ni entendió una palabra de lo que iban rezando. Un a de ellas al pasar le dio una vela
encendida y le quedo otra en la mano a pesar de no traer mas que
una.
Paso la procesión y la
costurera vio que lo que le habían dado era un hueso y no una vela.
Esto le produjo tanto miedo que enfermo y murió
al poco tiempo.