El Sumicio es muy similar en todo al trasgu/trasno, pero con una clara
diferencia, que es la de ser invisible físicamente, a la par que hace
desaparecer las cosas y puede ser dañino para las personas; este carácter dual,
que encarna la eterna lucha entre el bien y el mal, es consustancial al mito y
lo podremos constatar en todos los estudiados.
Decíamos que el Sumicio acostumbra a hacer que las cosas desaparezcan de manera
especial aquellas que, en un determinado momento, resultan imprescindibles. Así,
cuando se precisaban unas tijeras o un cuchillo en la casa
y no aparecían, la malhumorada ama murmuraba:
"Paez que lo llevóu el sumicio". Así lo hemos oído multitud de veces en nuestra
propia casa y así lo atestiguan algunas curiosas historias, como aquella en que
la devota señora que entra en la iglesia y va a rezar el Rosario y no halla el
suyo, estando segura de haberlo traído con ella, por lo que exclama: "En mi vida
nunca oín qu'en la iglesia entrase´l trasno; pos si él nun entra eiquí, quen me
garróu el rosario".
Pero el Sumicio no se conforma con hacer desaparecer las cosas, que no pasaría
de ser el lado más o menos desenfadado de su actuación, sino que tiene poder
suficiente para hacer daño, "sumiendo" a las personas, casi siempre niños
("sumir" es sinónimo de desaparecer, pero en sentido de progresión, no con
carácter instantáneo). De ahí procede el conocido dicho popular, muy repetido
aún entre nuestras gentes: "Mal sumicio te suma" (o esta otra variante: "Mal
sumicio te lleve"). Por tanto, está provisto de unos efectos dañinos y letales,
como si de un poderoso virus se tratase, lo que le asemeja a otro mito poco
conocido, el de los "Malinos", sobre el que Alberto Álvarez Peña ha hecho
decisivos estudios.
Aunque el Sumicio es más perverso que el trasno y resulta muy difícil deshacerse
de él, siempre hay una posibilidad y en este caso, se trata de la oración de San
Antonio, la cual, si va acompañada de una dádiva, da un resultado sorprendente,
ya que se halla pronto lo perdido, que se atribuye por las gentes no a un mero
mecanismo de estimulación mental, sino a la acción benéfica del milagrero santo,
que bloquea los perversos poderes del Sumicio. Bien sabido que al rezar la
oración no se puede cometer ningún error, pues entonces el objeto deseado nunca
más aparecerá. En Somiedo y otros lugares, aparece en acción la "riestra" de
ajos, ya que, en el trasfondo de nuestros mitos siempre se encuentran las
ánimas, las brujas y... los diablos.