La Tarde

Cada día toco con mis manos la dicha,
la beso con mis labios,
la dejo que se duerma dulcemente en mi pecho y
que se despierte luego estremecida como un hermoso sueño.
Enfrente el cielo, los pájaros y tu boca entreabierta,
sobre la calle con acacias y niños,
delicada y trémula como una sonata.
Y desde mi terraza, íntima como una caricia
ávido sorbo la tarde y su hermosura
contemplo el avión rasgar sereno el aire puro,
y casi toco
acaricio con mis dedos la luna inmensa
posada con ternura sobre un árbol cercano.
Poca cosa es lo que hace falta a veces para sentir la dicha
una luz, una flor, una brisa, una mano en la nuestra
o esta tarde que parece de carne
de suavísimo nácar
tarde entregada para un mirar lentísimo,
para entrarla despacio
como un sueño en el alma
para besarla pura, inmaterial y celeste

©José Luís Cano

 

 

 

 

 

lunes, 13 de febrero de 2006